Como indica la definición del término, para ser un maestro sólo basta con tener la capacidad de enseñar. Pero no necesariamente el rótulo es aplicable sólo a aquellos adultos que, uniformados con guardapolvo blanco, intentan educar y enseñar en un ámbito académico: todos, en cierta medida, tenemos la posibilidad de convertirnos en maestros de algún aspecto o ámbito de la vida.

Lamentablemente, la figura del maestro escolar ha ido perdiendo valor con el tiempo. Ser docente en la actualidad se ha transformado en una actividad desprestigiada y repleta de obstáculos a causa de los salarios insuficientes, la violencia escolar y la pérdida del respeto hacia los educadores, entre otros motivos.
Ajena a esta clase de inconvenientes, la literatura de todos los tiempos siempre ha guardado un espacio para homenajear a los maestros como: “La maestra rural”, “La oración de la maestra”, “Maestra vieja”, “Adiós a la maestra” y “Maestro”.
Un ser humano nunca debe dejar de aspirar a ser un maestro para las nuevas generaciones, al menos respetando aquello de “predicar con el ejemplo”. Pero tampoco, por supuesto, debe olvidar a quienes lo han formado y lo han ayudado a convertirse en una persona íntegra. Por ello, a todos los maestros de cualquier ámbito de la vida, les debemos nuestra eterna gratitud y respeto.
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